Meg Rosenburg, autora del artículo que describe los resultados publicados en el Journal of Geophysical Research, señala que al igual que las arrugas en la piel, la aspereza de los cráteres y otras características de la superficie de la Luna pueden revelar su edad. “La clave está en buscar en la rugosidad en escalas largas y cortas”, agrega.
La rugosidad depende de las subidas y bajadas sutiles del paisaje, una calidad que los investigadores pueden descubrir mediante la medición de la pendiente en localizaciones por toda la superficie. Para armar un cuadro completo, los investigadores examinaron la rugosidad en un rango de diferentes escalas -las distancias entre dos puntos -de 17 metros a 2,7 kilómetros-.
Al observar dónde y cómo están los cambios de rugosidad, los investigadores pueden obtener pistas importantes sobre los procesos que dieron forma a la Luna. Un mapa de la rugosidad del material que rodea la cuenca Oriental, por ejemplo, revela diferencias sutiles en el material expulsado cuando el cráter se formó por un objeto gigante que se estrelló contra la Luna.
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